"Debes convertirte en el cambio que deseas ver en el mundo."

"Debes convertirte en el cambio que deseas ver en el mundo."
—Gandhi

sábado, 14 de diciembre de 2013

Contra las etiquetas

Hoy en día todo y todos estamos clasificados en todos los aspectos de nuestra vida; tenemos un número de DNI, un nombre y una fecha de nacimiento en el registro, y, lo más abundante, un mote. Una etiqueta que nos agrupa "con los nuestros" según cómo actuemos. Una etiqueta que normalmente es injusta o incorrecta. 

Clasificar a la gente no tiene por qué ser malo, sin embargo, la mayoría de las etiquetas que designamos son generalizaciones inadecuadas o se usan como elemento peyorativo. Por ejemplo, si alguien dice "blanco", nunca falta alguien que te grite "¡ROJO DE MIERDA!" (con perdón de la grosería), o, por otro lado, "PUTO FACHA" (me disculpo de nuevo por el lenguaje). Estas etiquetas me resultan deplorables, puesto que como dijo Aristóteles, la virtud está en el término medio, y muchas veces nos empeñamos en clasificar a las personas en blanco o negro sin reparar en la cantidad de tonos de gris que existen; una opinión acerca de un tema no define quiénes somos. Y lo que es más, ninguna etiqueta es suficiente para juzgarnos como personas, ni completamente; con esto quiero hacer referencia a las falacias informales (aquellas en las que los argumentos aportados contienen datos irrelevantes para la tesis defendida), pues son el tipo de argumentación que puebla nuestra sociedad. 

Me refiero a las falacias de carácter informal (ad baculum, ad hominem, ad ignorantiam, ex populo, ad verecundiam); puede que la relación entre las etiquetas y estas falacias parezca inconexa, pero me apoyo sobre todo en la falacia ad hominem para proceder a explicar cómo las etiquetas nos influyen de manera negativa; pongamos el ejemplo: "Usted no me va a operar porque es un adúltero". En este caso, el hablante asume que el médico no está cualificado para realizar su trabajo con éxito por un hecho (es decir, un suceso etiquetado) que no está relacionado con el tema en cuestión. Otro ejemplo sería "Yo no doy crédito a las razones de un inmoral y un adúltero como usted", en el que se ataca a la persona en vez de al argumento. De todo esto se deriva que las etiquetas que nos califican de "X" no pueden ser extrapoladas a "Y", puesto que una opinión, un rasgo, un carácter, no define los demás.

También quiero denunciar el uso de las etiquetas con carácter peyorativo, como apunté antes; estas son los famosos "motes", o, debería decir, insultos. Si una chica no es femenina la crueldad adolescente (y adulta, que me valga) inmediatamente asume que es lesbiana. ¿Por qué? ¿Por no querer ir de rosa? Y... ¿qué tiene de malo ser homosexual? Nada, no hay ningún problema con ello, y el atacante lo sabe de sobra, pero aprovecha el efecto de esa etiqueta injusta para usarla como un arma contra la persona. Y lo que es más, ¿qué demonios importa si es o no es lesbiana (véase gay, gótic@, negr@, socialista, católic@, etc.)? ¿Significa eso que es mala persona? ¿O que no es buena en su trabajo, que no está cualificada? ¿Para qué sirven las etiquetas físicas, a parte de para burlas y comentarios degradantes? La respuesta es sencilla y presentada en blanco y negro parece obvia: PARA NADA. Y sin embargo muchos de nosotros nos dejamos llevar por el pópulo en nuestras pesquisas rutinarias. 

Por todo lo que lo anterior acarrea, tanto en aspectos laborales como emocionales, quiero pedir que se pare la fábrica de etiquetas y que nos obliguemos a nosotros mismos a mirar más allá de lo que vemos por fuera, de hacer una clasificación (por la buena costumbre humana de ordenar las cosas) correcta y completa; no asumir a la primera de cambio y "conceder el beneficio de la duda", es decir, seguir indagando antes de poner una etiqueta. Y sobre todo, no usarlas como insulto, porque el resultado no es nada recomendable (esto lo trataré con más profundidad en otra entrada); además, mantener etiquetas es injusto, porque la gente cambia constantemente y aunque nuestra reputación nos precede, tenemos derecho a pedir una revisión de la condena.

Como ejemplo insuperable de denuncia contra las etiquetas, os dejo esta maravilla de vídeo como lección, y os animo a pensar y a disfrutarlo. 

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